La Casa Blanca ha ofrecido a Israel liberar a Jonathan Pollard, preso
estadounidense desde hace 29 años acusado de espiar a favor de Israel, a
cambio de proseguir con la liberación de 26 palestinos encarcelados en
Israel, para que estos últimos acepten seguir con las conversaciones de
paz (para obtener un estado propio).
Nunca en la historia norteamericana un acusado de espiar a favor de
un aliado había permanecido tanto tiempo en prisión, pese a los
insistentes pedidos por su liberación. Ni siquiera los enemigos en la
Guerra Fría recibieron ese trato. Pero ni Obama ni George Bush hijo y
padre, ni Clinton, ni Reagan quisieron demostrar un trato de favor hacia
Israel. Sirva de ejemplo para todos aquellos que preconizan el poder
absoluto del lobby pro-israelí en EE.UU. Aunque aún no se conoce el
alcance verdadero y exacto de los secretos que Pollard confió a la
inteligencia israelí, es muy probable que fuera un material bastante
menos sensible que el publicado por Daniel Assange en WikiLeaks o por
Edward Snowden (y lo que aún quiera contarnos).
Los 104 presos que Israel se ha comprometido a liberar en tandas de
26 cada tres meses desde hace nueve y que concluirán con la última
remesa este domingo, fueron arrestados y juzgados antes de 1993, y la
mayoría condenados por ataques terroristas con víctimas mortales. Los 98
que ya han salido han sido recibidos con honores de estado como héroes
de la “resistencia” y cobran un sueldo mensual muy superior al de
cualquier funcionario de la administración palestina. Y ello con dinero
que sale de las inmensas ayudas económicas que reciben (las más
abultadas del mundo per cápita), entre ellas las de nuestros españoles
bolsillos, incluso en tiempos de crisis. Su mérito: matar judíos. Y digo bien, porque no se premia a quien mata israelíes sin más (como
también lo son el 17% de árabes y el 2,1% de cristianos), sino sólo a los judíos israelíes.
La oferta estadounidense establece esa macabra proporción de 1 a 26,
pero no tendríamos que sentirnos ofendidos ya que hace poco más de dos
años Israel tuvo que liberar a 1.066 presos juzgados y convictos a
cambio de Gilad Shalit, un soldado secuestrado por el grupo terrorista
Hamás. No podemos quejarnos: la proporción ha mejorado mucho. Lo que
duele realmente es que la plantee quien se vanagloria de ser el garante
de la existencia de Israel. ¿Qué conseguirá la Casa Blanca a cambio?
Tiempo.
Pero no se trata de un tiempo muerto, como cuando en un partido de
baloncesto se paran los cronómetros y el enfrentamiento deportivo entre
los equipos rivales. Desgraciadamente, en la vida real los tiempos
muertos (ahora llamados “acuerdo marco”, es decir, decidir no decidir
nada de momento, ni para bien ni para mal; véase el acuerdo del Grupo
5+1 con Irán sobre su desarme nuclear) no existen. El enfrentamiento
sigue de forma soterrada, preparando nuevos ases manchados de sangre en
la manga.
Shabat Shalom
Jorge Rozemblum es director de Radio Sefarad
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